4 de abril de 2011

El adiós definitivo del Jaque Mate

En marzo abrió sus puertas un instituto profesional en la calle Irene Morales con la Alameda. Para los que fueron parte de la bohemia santiaguina de los 90 será difícil olvidar el local que los recibió en esa esquina.

La una de la mañana de cualquier noche, en Alameda 99, alguien tocaba la puerta del extinto bar Jaque Mate y pese a que desde el interior bullía el rock entre humo, cerveza y ron, el invitado tenía que esperar el veredicto del garzón Sergio Martínez. Todo dependía de si pertenecía a la vanguardia artística de entre 1988 y 1993. "Los personajes que llegaban a la puerta -dice don Sergio, ahora retirado a los 73 años- eran un tremendo lote: Andrés Bobe, el ex tecladista y fundador de La Ley, junto a Mauricio Clavería; el Prisionero Jorge González, el postulante a escritor, Pedro Lemebel; la actriz que se crucificó desnuda en el Bellas Artes, Patricia Rivadeneira; el vocalista de Emociones Clandestinas...


El ex garzón no olvida tampoco a los pintores que luego serían conocidos, como Jorge Tacla, Bororo, Samy Benmayor e Ismael Frigeiro. Tampoco a Marcela Trujillo, los fotógrafos Julio Donoso y Alvaro Hope, y al gran Andrés Pérez, el dramaturgo. Si el rostro que llegaba a la ventanita de la puerta neoclásica del Jaque Mate no le era conocido, había una clave: pegar al vidrio un billete de buena cifra bien estirado y hacer un gesto de la corbata de humitas. Don Sergio vivía de las propinas.

Había un ritual antes de llegar al famoso local. Se comenzaba bebiendo un par de copas en las exposiciones de arte del centro o del Museo de Bellas Artes y a la medianoche, la juerga seguía en esta esquina. ¿Por qué reunirse ahí, en semejante decadencia? "Por una razón muy simple", dice el arquitecto Cristian Powditch y fundador, en esa época, de la música electrónica santiaguina con su grupo Barracuda: "Porque en Plaza Italia te servían todas las micros". Casi ningún artista de los 90 andaba en auto. Bove era el único que llegaba en moto. Se iba a las 4 ó 5 de la mañana, haciendo rugir la moto en Alameda. En abril del 94, se estrelló en la moto fatalmente.

Fue en 1993 que el edificio que iba desde Merced 88 a Alameda 99, fue comprado por el empresario nocturno Luis Suárez, quien le dio otro giro al Jaque Mate. Decidió atraer más clientes: en el ala de Merced revivió la alicaída discoteca de los 60, Diva-donna, y la transformó en cabaret. Al medio puso un motel y en los dos pisos superiores del local en cuestión, un prostíbulo clandestino.

"En la noche santiaguina no pasaba nada", dice Powditch. "No había dónde ir, salvo el folclor del Café del Cerro, el centro Cultural Mapocho o las peñas universitarias". La bohemia del Jaque Mate odiaba el charango y el poncho. Venía a renovar la música, el teatro y las artes plásticas que apenas sobrevivieron a la dictadura. Como la Unión Chica para los escritores de la generación del 50, el local de la famosa esquina de Alameda fue el bar que refundó, sin saberlo, la tradición etílica del arte chileno en democracia.

No era elegante ni nada. La Plaza Italia, distante una cuadra, tampoco. En la acera de enfrente, donde hoy está el McDonald's, estaba el oscuro y turbio Pit-bar. En la esquina de la Pizza Hut, el Platón, los restos decadentosos de un café donde Fernando Ubiergo compuso sus temas grises.

Una vez terminadas las protestas contra Pinochet, todo el mundo pasó rápidamente de "artesa" a new wave. Hubo muchos hitos. Carlos Maturana -Bororo- ganó en 1989 la IX Bienal de Arte de Valparaíso, con su pintura "El Calefón" y salió disparado del Jaque Mate a la fama. Pedro Lemebel conoció al estudiante de literatura Francisco Casas y formaron Las Yeguas del Apocalipsis. Jorge González se hizo ojitos con una asidua asistente, Cecilia Aguayo, a la que muchos investigadores del rock chileno acusan de provocar, unos años después, el primer quiebre del grupo. Carlos Cabezas empezó ahí Los Electrodomésticos. La Ley, Los Fiskales, Los Pinochet Boys, todos celebraron lanzamientos de discos. León Pascal, casi escritor y hoy metido en el grupo de arte de Factoría, recibió una herencia y la dilapidó pagando las rondas para todos en el Jaque Mate.

Pero el ambiente cambió. "Como se fue don Sergio, no había quién filtrara a la gente y los artistas volaron de ahí. Sólo llegaban punkies", recuerda el habitué Italo Moreno. El clímax de la destrucción llegó en 2005, cuando traficantes se apoderaron del sector y fue denunciada una y otra vez en televisión. El Cabaret y el Jaque Mate fueron clausurados y desalojados en dos ocasiones. El ex alcalde de Santiago Joaquín Lavín le dio una batalla sin tregua. Cuando Pablo Zalaquett ganó el municipio, el 2008, no les renovó los permisos. Luis Suárez fue detenido en España, por tráfico de drogas, y el edificio naufragó.

Fue el momento que la familia Oyarce, dueña del instituto Esucomex, aprovechó para instalarse en esa esquina. Pablo Rosen, uno de los arquitectos que remodeló el edificio el año pasado, cuenta que antes de eso, "este era casi una casa de okupas. Las chiquillas del prostíbulo no querían irse. Tuvimos casi que sacarlas con carabineros".

Así fue como terminaron los días de un local que empezó a funcionar en 1971 y que en 2000 fue declarado Inmueble de Interés Histórico.

Fuente: http://diario.latercera.com/2011/04/02/01/contenido/santiago/32-64416-9-el-adios-definitivo-del-jaque-mate.shtml

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