2 de abril de 2012

La historia de la cripta de Los Sacramentinos

Justo debajo del célebre templo, existe otro subterráneo con lujosa ornamentación.

En realidad no es una, sino dos. Es difícil apreciarlo desde afuera, pero la imponente basílica de Los Sacramentinos tiene dos iglesias. Una es la que está a la vista y que ha sido elegida por varios famosos para casarse, como en su tiempo, Iván Zamorano y María Eugenia Larraín. Pero justo debajo de ese recinto, a cuatro metros desde el nivel del suelo, hay otro espacio, casi desconocido, al que se ingresa por unas escaleras que están en el acceso de calle Arturo Prat. De hecho, las ventanas de las famosas "catacumbas" que se aprecian desde Santa Isabel son en verdad las ventanas de una iglesia.

Quienes la han visto aseguran que impresiona tanto o más que el templo superior. "Es un zócalo de un tamaño espectacular. Sus terminaciones son mucho más lujosas: el altar es magnífico, posee todo tipo de mármoles, diferentes piedras preciosas y mosaicos dorados tipo bizantinos. Su ornamentación tiene algo de la imaginería ortodoxa", cuenta el arquitecto Jaime Migone, quien viene elaborando un plan de restauración para la basílica desde 2010 hasta hoy.

Se sabe poco acerca de esta iglesia subterránea, pero a fines de abril se lanzará un libro que revela el origen de este misterioso recinto. Ahí se cuenta la historia de la congregación de Los Sacramentinos y la del edificio que levantaron en la esquina de Santa Isabel con Arturo Prat, que hoy es considerado uno de los hitos arquitectónicos más importantes de Santiago.

Conciertos bajo tierra

A comienzos del siglo XX, la congregación le encargó la construcción de su templo al arquitecto Ricardo Larraín Bravo (autor de la población Huemul y de la Caja de Crédito Hipotecario, ubicada en la esquina de Huérfanos con Bandera). Su inspiración fue la Sacre Coeur de París, que también pertenece a Los Sacramentinos. Las obras comenzaron en 1910 y el arquitecto era consciente de que tardaría entre 10 y 15 años en terminar el proyecto.

Pero los sacerdotes la querían luego para celebrar misa. Por eso, Larraín propuso hacer esta iglesia bajo tierra, que se terminó antes, y cuyo largo y ancho son los mismos del templo superior.

Ahí ya no se celebran misas ni matrimonios, pero sí funerales y otras ceremonias. También ha servido de escenario para actividades culturales, como algunos conciertos de música clásica. El párroco de Los Sacramentinos, Alejandro Fabbio, cuenta que, pese a que no está abierta al público de forma permanente, cualquier persona puede visitarla.

"Tiene harta actividad, pese a que no está bien conservada. Como es subterránea, la humedad y el paso del tiempo la han deteriorado", asegura el sacerdote.

El más alto

Los detalles del origen de este templo bajo tierra están contenidos en el libro Proyecto de restauración de la Basílica del Santísimo Sacramento. La publicación es parte de una iniciativa que impulsó, a fines de 2009, un equipo multidisciplinario de profesionales liderado por Migone. Juntos ganaron un fondo especial del Fondart para recuperar edificios patrimoniales.

Se adjudicaron $ 55 millones, que destinaron a la elaboración de una propuesta de restauración de la basílica. Trabajaron durante un año y medio en el proyecto y hace un par de semanas concluyeron el informe con las medidas para su recuperación (ver recuadro).

Como se trata de una iniciativa financiada con recursos del Fondart, a comienzos de mayo se editarán un documental y un libro que rescatan la historia de la basílica. La obra audiovisual, llamada Sacramentinos, dura 23 minutos, y en él se muestra cada rincón del edificio. Eso, además de entrevistas a los sacerdotes y profesionales que trabajan en el rescate del templo.

En tanto, en el libro se relata la historia de la basílica y de la congregación, su estado actual de conservación y la propuesta de restauración.

Entre sus 110 páginas también hay fotografías poco difundidas del proceso de construcción del edificio. En algunas de las imágenes se ve a los obreros parados en lo más alto de la cúpula.

Jaime Migone asegura que la construcción de la basílica fue todo un acontecimiento para el Santiago de comienzos del siglo pasado. "En esa época, el promedio de los inmuebles de la ciudad era de un piso y medio, y esta iglesia tenía 60 metros de altura. Ningún otro edificio le hacía competencia; ni el Palacio de La Moneda ni la Catedral. Era como estar haciendo el Costanera Center 100 años antes. Y su impacto monumental se mantiene, pese a que está rodeada de torres de 30 pisos", afirma el arquitecto.

La construcción del templo también marcó otro hito: fue el primer edificio de la capital (y el segundo en Chile) hecho de hormigón armado. Según Migone, "no había nada igual, ya que casi todo era de adobe. Entonces, desde el punto de vista de la tecnología usada en su edificación, también es emblemático".

Otro dato poco conocido que se revela en la publicación es que la basílica nunca se terminó de construir. A la congregación se le acabaron los recursos y gran parte de la fachada del recinto quedó sin estucar. "En esos años ocurría con frecuencia que los edificios no se terminaran por falta de presupuesto. Pasó lo mismo con la casa central de la Universidad Católica, que tiene muros con los ladrillos al aire", remata el arquitecto.

Fuente: La Tercera

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