13 de octubre de 2011

La fiesta callejera que hace florecer el Barrio Matta

Fuente: La Tercera - 10 de octubre de 2011.-

Cuando el joven llamado Ernesto Bravo se acercó al sacerdote Luis Vásquez en 1992, más que confesar sus pecados, acusó un sueño: hacía tiempo que venía pensando en hacer el primer carnaval pagano-religioso de Santiago y en ese barrio, el de Av. Matta, donde había crecido.

El padre Vásquez no dudó en entregarle las llaves de su parroquia, la de San Antonio de Padua. Aunque Bravo le había hablado de algo "pagano", el ya fallecido sacerdote estuvo de acuerdo en fundar un espectáculo que le diera colorido a ese sector de la capital y, a la vez, relevara la figura de San Antonio, al que muchas jovencitas le rezan para que les traiga un novio. "La única condición que nos puso fue que se lo dedicáramos al santo y que tiráramos fuegos artificiales", recuerda Bravo sobre el comienzo del Carnaval Latinoamericano San Antonio de Padua, que lleva 19 años realizándose en el barrio comprendido entre Av. Matta, Placer, Av. Vicuña Mackenna y la Autopista Norte-Sur y que se realiza el segundo fin de semana de octubre.


Ayer se concretó su versión número 19 y las esquinas se llenaron de chayas y mascarones tallados en plumavit y mimbre para ver desfilar grupos de batucadas, zanquistas, malabaristas, diabladas, carros alegóricos y vedettes. Como ya es costumbre, 1.500 artistas se reunieron frente a la Parroquia de San Antonio, en Carmen con Maule, y a las 7 de la tarde comenzaron a desfilar por las calles Pedro Lagos, Lira y la Plaza Bogotá, para luego terminar en Sierra Bella con Sargento Aldea. Ahí, 28 comparsas provenientes de comunas como La Florida, Maipú y Ñuñoa hicieron su saludo a la multitud.

Este carnaval tiene otro mérito: así como en Brasil este tipo de fiestas surge en las favelas, acá emerge del Santiago antiguo. "Te sientes como en Macondo, porque escuchas al unísono los sonidos de los bronces nortinos, las batucadas de Brasil, el tinku boliviano y el candombe uruguayo", revela Rodrigo Jofré, jefe de batería de la batucada Vovó Santa Matilde de Pudahuel.

Con los años se ha transformado en toda una tradición gracias a los vecinos del barrio Av. Matta. Si en la primera versión participaron 100 personas -gracias al boca a boca- ahora moviliza a 15.000. Ernesto Bravo, nacido y criado en esta zona de la capital, cuenta que hace 19 años apenas se ocupaban los espacios públicos. "Había miedo de salir a la calle. Nos lo había heredado el gobierno militar. Pero cuando nos atrevimos, causó tanta sensación, que otros barrios como Yungay o San Bernardo nos han tomado como referente", afirma.

Antes, Bravo había traído maestros de murga uruguaya a la capital, con el fin de que formaran a la comunidad. "Ellos nos enseñaron las distintas disciplinas carnavaleras y nosotros, a la vez, las heredamos a los más jóvenes. Así fuimos creciendo", explica.

Ernesto Bravo, quien ya bordea los 50 años, es el fundador del colectivo Teatro La Empresa y junto a otros tres miembros se dedican a organizar este evento callejero que se extiende por las calles por tres horas y media. Lo hacen con la parroquia, pero también de los vecinos que les ayudan con el boca o boca y la decoración.

Los habitantes de este sector céntrico de la capital se preparan todo el año para el recorrido y para eso se juntan todos los viernes en un galpón de la calle Arturo Prat con Santiaguillo. Algunos pintan zapatos y cosen lentejuelas a los trajes; otros, pintan máscaras, decoran carros alegóricos, entregan folletos en los semáforos y, al último momento, se dedican a llenar botellas de agua para hidratar a los que desfilan. El dinero para financiar los vestuarios sale de una "vaquita".

La municipalidad, por su parte, les procura un escenario (que los organizadores instalan en Sierra Bella), iluminación y amplificación. "Aquí nadie se queda impávido. La gente pone globos en las ventanas, reparte dulces o baila en patota", dice una joven disfrazada de damicela antigua.

María Hernández (59) es otra de las vecinas que disfrutó ayer junto a sus hijos y nietos. "Nos encanta, porque le da alegría a un barrio en el que hay mucha oficina y adulto mayor", dice sobre un evento que es asesorado por el grupo folclórico El Palomar. "Es un aglutinante social que viene a recordar lo que fueron las fiestas de la primavera en los 60. Niños y adultos de todas las clases sociales se vuelven partícipes de un ejercicio democrático", expresa su director Osvaldo Cádiz.

En este evento se suele premiar a alguna mujer que se destaque en el plano cultural. Y pese a que este año no se hizo, en los 90 el carnaval tuvo a una reina de lo más "folclórica": Margot Loyola. Cuenta que la pusieron arriba de un carro con una tremenda virgen. "¡Qué manera de revolver el gallinero!", recuerda. "El pobre San Antonio casi se nos arranca ante tanta chiquilla buena moza", ríe Loyola.

Durante el resto del año, Bravo y su colectivo hacen otro tipo de representaciones en el espacio público. A pedido de municipalidades como Peñalolén o Santiago, hacen una representación del Cabildo Abierto en la Plaza de Armas para el Día del Patrimonio, y en septiembre, aparecen en algunos números circenses de alguna fonda capitalina. Esta faceta más comercial le ayuda a financiar el carnaval. "Hay gente que dice que nos traslademos al centro de la ciudad, pero es como que La Tirana se fuera a Iquique. Perdería su alma", concluye.

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