9 de julio de 2012

La ciudad debiera ser de todos

A este arquitecto -Cristián Undurraga- los temas de ciudad le quitan el sueño. Celebra unos, le irritan otros. Es que para él es un asunto que debiera ser preocupación diaria de todos sus habitantes; sólo así dejaremos de ser consumidores y volveremos a ser ciudadanos. De esta realidad y del Premio Internacional de Arquitectura Sacra, que acaba de ganar, habla en esta entrevista.

Cristián Undurraga se ha vuelto un caminante. Ya no es raro verlo por el circuito de Presidente Errázuriz, Américo Vespucio, Apoquindo. El año pasado dejó Los Dominicos para instalarse en una nueva casa, a pocas cuadras de su oficina y del colegio de una de las menores de sus nueve hijos, para minimizar los desplazamientos en auto y ser parte de una cultura urbana que quisiera expandir. Hoy, un típico día de junio, el frío le ganó y agarró el auto. "En invierno es más difícil, pero hay que contribuir para hacer más sustentable la ciudad", dice mientras pide un café.


Reconocido por sus proyectos que hacen ciudad y su firma en encargos culturales, acaba de ganar el Premio Internacional de Arquitectura Sacra, que entrega por quinta vez la Fundación Frate Sole, por la Capilla del Retiro en Auco; así el nombre de su oficina -Undurraga+Devés- se unió a los anteriores célebres ganadores: Tadao Ando, Álvaro Siza, Richard Meier y John Pawson. "La capilla fue muy reconocida por los medios especializados, vinieron fotógrafos internacionales lo que contribuyó a su difusión en todo el mundo. Sentimos que esta obra se enmarca dentro del espíritu que la fundación quiere resaltar", dice, hablando en plural, como cada vez que se refiere a algún proyecto realizado en el taller, donde trabaja junto a diez personas.

¿Estos son los encargos que más le atraen?
-Hacemos lo que nos encargan, procurando siempre poner la obra en el marco de un beneficio para la sociedad. Hemos persistido en los culturales, sociales, espirituales y urbanos. Los proyectos públicos siempre me parecen más interesantes, porque tienen un impacto social.

Últimamente los ciudadanos han sacado la voz contra proyectos que atentan contra su calidad de vida.
-Hay una participación muy grande en todos los ámbitos sociales, en especial en los temas de la ciudad, que es o debiera ser territorio de todos. Está bien que la gente sea sensible y creo que los arquitectos también están tomando mayor conciencia en asuntos urbanos. La tradición que ha hecho célebre a la arquitectura chilena es su sensibilidad con el paisaje, y por ahí, quizás, se dejó de lado la ciudad, pero es una deuda que se está empezando a saldar.

¿Cómo lo ve? Deme un ejemplo.
-La revitalización de barrios como Lastarria, donde el GAM ha hecho una gran contribución, junto al MAVI y los nuevos desarrollos gastronómicos, entre otros; el barrio Italia donde se ha hecho un buen trabajo de reciclaje, o la remodelación de la Quinta Normal, por nombrar algunos ejemplos alentadores. Siempre hay buenos arquitectos detrás.

¿Y cómo se explica fenómenos como el mall de Castro?
-Me llama la atención que habiendo en Chiloé un colectivo de arquitectos tan sensible con el patrimonio, el mall haya crecido de esa manera. Brutal. Desconozco si habrán hecho algunas gestiones y quisiera pensar que sí lo hicieron. Hay que reflexionar sobre la abrumadora mayoría con que se aprobó el mall luego de plebiscitarse. Hemos dejado de ser ciudadanos para ser consumidores, hemos fallado como sociedad. La conciencia de que somos seres colectivos es relativa, y el encuentro -si es que se puede hablar de él- tiene lugar en un mall, que es el lugar del negocio, mientras antes lo hacíamos en la plaza. La sociedad ha puesto por sobre los valores del encuentro los valores mercantiles. Las provincias se sienten postergadas por el excesivo centralismo y tienen la sensación de que los beneficios del progreso son para otros. Hay una aculturización que hace confundir los valores patrimoniales riquísimos, anteponiendo ideas foráneas. Entonces da lo mismo si el mall está en Castro, Copenhague o en cualquier lugar.

El Gobierno creó una comisión asesora en materias de planificación de desarrollo urbano, a nivel nacional. ¿Cree que situaciones como ésta fueron detonantes?
-La ciudad debe ser una política de Estado que trascienda los gobiernos de turno. No creo y no me parece que las políticas públicas se hagan como reacción ante la contingencia. Los técnicos y la sociedad misma debemos definir cómo queremos vivir, en qué ciudades, si queremos ser consumidores o ciudadanos. Cuando el emblema de Castro va a ser el mall y el de Santiago la torre más alta y van a llenar postales... bueno, ¿eso queremos?

¿Vio el éxito del Costanera Center?
-Es la sociedad mercantilista de la que hablo. Ese terreno de la CCU, muy bien ubicado, estaba llamado a ser un centro con valores urbanos. Pero, se fragmentó -porque la autoridad no impulsó un plan maestro y hubo una ordenanza que lo permitió-, cada arquitecto hizo lo suyo y resolvieron sus problemas puertas adentro. Y la primera responsabilidad de un edificio es con la ciudad. El Costanera Center no fue capaz de crear un contexto urbano que se constituyera en un aporte al barrio. La mezquindad de todo lo que pasa afuera es irritante, es muy irritante. El gigante egoísta.

¿Qué le parece tarificar la circulación por "Sanhattan"?
-Tarificar el acceso al centro podría tener sentido para proteger el casco histórico, pero en este caso me parece absurdo y fuera de lugar la idea de cobrar por transitar en esta área por culpa del caos que provocaron los emprendimientos privados. ¡Por qué vamos a pagar por la desidia urbana de un grupo de empresarios! Lo que corresponde antes de cualquier cosa es mejorar el transporte público. Con un transporte serio, bueno, cómodo, se evitarían muchos males. Pero no hemos sido capaces. Existen sectores donde ir al trabajo supone dos horas arriba de un mal transporte público, eso no es justo. Cuando los que somos visibles nos demos cuenta de lo invisible, haremos una mejor ciudad.

Para Undurraga, Santiago necesita con urgencia la figura de un alcalde mayor que pueda diseñar un programa integrador entre las distintas comunas, para que no existan posturas antagónicas como por ejemplo Pío Nono, que hacia Recoleta tiene una ordenanza permisiva, y hacia Providencia una más refinada, con el reciclaje atractivo del Patio Bellavista.

-Santiago es la suma de muchas ciudades. Valdivia o Valparaíso están mucho más integradas socialmente. Acá todavía hay muchos sectores sin equipamiento, sin espacios urbanos de calidad, donde se podrían recuperar tantas cosas, como por ejemplo los bordes del Mapocho. Eso es esencial. El Parque Bicentenario a mí me parece extraordinario.

Ahí hay un desafío para los estudiantes de Arquitectura. Y hoy son muchos.
-Soy un ferviente partidario de la movilidad social y todos los esfuerzos que se hagan por dar una educación de calidad apuntan a una sociedad justa y desarrollada. Pero se ha abusado de las escuelas de Arquitectura. Tenemos 17 millones de habitantes y más de 50 escuelas, casi un récord mundial. Si cada una (toma la calculadora) tiene unos 600 alumnos, son 30 mil estudiantes. Hay que ser cuidadosos porque con 50 escuelas es difícil que haya una cantidad de profesores preparados para ejercer liderazgo y con las competencias que se requieren para dar una buena enseñanza.

Por estos días está alejado de las clases regulares, su aporte va por charlas y seminarios, incluso en planteles extranjeros. Le falta tiempo para hacer más cosas -actualmente está desarrollando el Museo Violeta Parra, el Centro Cultural Argentino y el MAC de Valdivia-, y en octubre debe viajar a Milán a recibir el premio de Arquitectura Sacra.

A propósito, ¿qué tan cerca o lejos se siente del Premio Nacional de Arquitectura?
-Tengo algunos pocos nombres de grandes arquitectos que deberían obtenerlo. Yo no estoy incluido en la lista.
"Me llama la atención que, habiendo en Chiloé un colectivo de arquitectos tan sensible con el patrimonio, el mall haya crecido de esa manera. Brutal".
"Me parece absurdo cobrar por transitar en esa área (Sanhattan) por culpa del caos que provocaron los privados. ¡Por qué vamos a pagar por la desidia urbana de un grupo de empresarios!"
"El Costanera Center no fue capaz de crear un contexto urbano que fuera un aporte al barrio. La mezquindad de todo lo que pasa afuera es irritante, es muy irritante. El gigante egoísta".

Texto, Soledad Salgado S. / Retrato, José Luis Rissetti.
Fuente: EMOL

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